
La esclavitud en general y especialmente en la Roma antigua, constituye un tema complejo y poliédrico que ha sido abordado por multitud de autores y que cuenta por ello con una inabarcable bibliografía, sea cual sea el punto de vista desde el que se enfoque el problema. Tanto si se trata desde la perspectiva de las teorías económicas y los sistemas de producción, como desde la ética, las relaciones sociales en el devenir histórico, su vertiente jurídica o en aspectos concretos, como el tratamiento que el Cristianismo dio a la esclavitud, resulta de todo punto un fenómeno complejo susceptible de ser mal enfocado desde una visión reduccionista.
El presente artículo, de forma modesta pretende tan solo señalar, debido al escaso espacio disponible, algunas de las modalidades de esclavitud que existieron en Roma que no son tan conocidas como las derivadas del botín de guerra, sin duda la industria más lucrativa de la República y el Imperio Romano. Se estima que Julio César labró gran parte de su inmensa fortuna personal con la venta de más de un millón de esclavos procedentes de la guerra de las Galias. En relación al botín de guerra y a la obtención de esclavos por este método, hay muy buenos artículos como los de Maribel Bofill, El Botín de guerra, “¡¡PRAEDA!! « y Sergio Alejo, La esclavitud en la Antigua Roma, compañeros de Divulgadores de la Historia cuya lectura recomiendo.
Por otra parte, uno de los problemas que nos encontramos al abordar el tema de la esclavitud en Roma es el sesgo de las fuentes documentales y la escasa presencia de descubrimientos arqueológicos sobre la vida cotidiana de los esclavos, con la única salvedad de la epigrafía votiva o funeraria. Los autores que escribieron sobre la esclavitud en Roma pertenecen a la clase dominante y el relato que nos ha llegado tiene esa única perspectiva, algo que por otra parte es extensible en general al conocimiento que tenemos del mundo romano en general, que era algo más que las élites que lo gobernaban. Esto ha sido puesto de manifiesto por algunos autores como Robert C. Knapp (Los olvidados de Roma) o Jerry Toner y en ese sentido recomiendo la lectura de la reseña escrita por Federico Romero Sesenta millones de romanos. La historia de la no-elite. Breve reseña al ensayo de Jerry Toner.
¿Qué significaba ser esclavo (servus) en Roma?
La palabra esclavus (véase R.A.E.) no se utilizaba en Roma, en realidad el término procede del latín medieval y este a su vez del griego bizantino sklábos que significaba eslavo, en alusión a este pueblo víctima de la esclavitud en el Oriente medieval.
Me gustaría hacer una aclaración previa sobre la esencia del término servus-i y serva-e (esclavo-s y esclava-s), ya que muchos autores actuales con frecuencia y en una simplificación del concepto romano de personae, tan solo conceden al esclavo la condición de ser un bien o cosa (res) susceptible de ser trasmitido a otro, negándole la condición de persona por carecer de derechos civiles.
En la sociedad romana, la disociación entre ser persona y carecer de derechos no solo era posible, sino que estaba perfectamente regulada por la ley. En este sentido basta leer a Gayo en sus Instituciones quien deja claro que los esclavos eran personas serviles (l, 120, 121) o personas servorum (1, 123). Para Gayo un servus es un ser humano al que la ley (no la naturaleza) priva de libertad, de tal manera que incluso los nacidos esclavos lo son porque sus padres le han transmitido tal estatus.
Por tanto, el esclavo es al mismo tiempo una persona y una cosa. Ambas características conformaban su estatus, de tal manera quedaba constituido como un objeto del derecho y no como un sujeto del mismo. A priori, el dominus disponía del servus a voluntad, de forma casi ilimitada, aunque no absoluta. El ejercicio del derecho sobre la propiedad no era omnímodo y la ley regulaba esas limitaciones. Por tanto, más que hablar de derechos del esclavo, lo correcto desde la perspectiva romana, es hablar de las limitaciones que tenían los dueños sobre el ejercicio de un poder absoluto de disposición sobre los esclavos.
Con el tiempo, el estatus del esclavo irá mejorando, especialmente al final de la República y durante el Imperio, al considerar indignos ciertos abusos de los propietarios. A la vista de los comentarios de Marco Porcio Catón en su tratado de Agri Cultura sobre sus esclavos, podemos hablar sin tapujos de crueldad hacía los mismos por parte del viejo tacaño. No es de extrañar que surgieran rebeliones (guerras serviles) como las de Sicilia (136-132 a. C. y 104-101 a. C.) y la encabezada por Espartaco (73-71 a. C.) que acabó con la crucifixión de miles de sublevados y una gran desconfianza por parte de los propietarios a poseer esclavos.
Charles Bartlett. Cautivos en Roma.1888. Fuente Wikipedia
La mayor parte de los cambios normativos que favorecieron a los esclavos son conocidos por las compilaciones de normas desde Adriano hasta Constantino que conformaron el Corpus Iuris Civilis (Código, Digesto, Instituta y Novelas) de Justiniano, si bien este tipo de modificaciones se produjeron en muchos casos con anterioridad a este período. Pongo algunos ejemplos: Augusto mediante un edicto prohibió el uso indiscriminado de la tortura de esclavos; La Lex Petronia Servis, condicionó a los propietarios a tener una autorización legal para arrojar a sus esclavos a las fieras del circo; El emperador Claudio otorgó la libertad a los esclavos que previamente abandonados en el templo de Esculapio sanasen; Domiciano y Adriano prohibieron la castración de esclavos; Por su parte, Antonino Pío equiparó la muerte no justificada de un esclavo propio al de uno ajeno.
Naturalmente, no todos los propietarios trataban mal a sus esclavos y en algunos casos, sobre todo los domésticos, se les cuidaba por ser valiosos en función de sus habilidades o conocimientos, especialmente los pedagogos, cocineros o incluso administradores de negocios de su dueño. Normalmente la promesa de manumisión (manumissio) y el buen trato aseguraba la lealtad y el buen hacer del esclavo.
Modalidades de esclavitud distintas del botín de guerra
Al igual que sucede hoy en día con determinados productos de consumo, el comercio de esclavos requería de una infraestructura logística que segmentaba las fases del proceso, con varios intermediarios hasta llegar a la venta final del esclavo. El negocio era tan lucrativo que el Estado aplicaba un impuesto específico el venalicium . Los mayoristas de este mercado eran los mangones (especialmente los Gálatas según Agustín de Hipona) que distribuían a mercados especializados como el famoso mercado mayorista de Delos. A partir de ahí entraban en escena los venalicii , que vendían al por menor en las distintas ciudades del Imperio, en lugares específicos, donde se realizaba la auctio venaliciaria, una subasta (sub hasta en alusión a una lanza boca abajo) que era previamente publicitada mediante tabulae o libellus.
Tanto desde la perspectiva del origen, como de su regulación, la esclavitud provenía del derecho de gentes (ius gentium, común a todos los pueblos) y del derecho civil (ius civile, específico de los ciudadanos romanos. Gayo, Instituciones 1.1) Por el derecho de gentes se establecía la esclavitud de los prisioneros de guerra, modalidad que ya hemos dicho que no hablaremos en este artículo y la esclavitud por nacimiento.
La esclavitud por nacimiento
La esclavitud por nacimiento supuso el mayor aporte de mano de obra cuando el Imperio Romano abandonó la política de conquista de territorios y las guerras disminuyeron o en su caso se convirtieron en guerras civiles. Como hemos dicho antes, el recién nacido no era esclavo por naturaleza, sino que tal condición era transmitida por la madre esclava (cuya ascendencia era indubitada) a su hijo, que adquiría tal estatus. Esto era así, hasta el punto de que la ley llegó a establecer que si durante el embarazo la madre había sido libre en algún momento, el niño nacía libre. Por tanto, la condición ininterrumpida de esclava de la madre determinaba la esclavitud del hijo, con independencia de que el padre fuese libre o esclavo. Otra cuestión es que el dominus que había dejado embarazada a una serva terminase convirtiendo en liberto a su hijo. También eran frecuentes los hijos nacidos de padres esclavos, tuviesen o no una relación consentida por el dueño. En cualquier caso, el hijo nacido pasaba a ser propiedad del dueño de la madre esclava, con independencia de que el padre estuviese o no bajo su dominica potestas. Estas uniones de esclavos no contaban con una regulación legal y eran consentidas o toleradas bajo la forma de contubernium y podían ser disueltas por el dominus en cualquier momento, aunque eran socialmente aceptadas, sobre todo con los esclavos más valiosos que podían formar una familia de facto, aunque siempre con la incertidumbre de la potestad decisoria del dueño.
Naturalmente desde el punto de vista del derecho civil de los ciudadanos la cosa variaba bastante y la condición de ciudadano libre del hijo seguía la línea del padre si este le había reconocido como tal dentro de cualquiera de las diferentes formas de matrimonio legales existentes.
A la IZQUIERDA: Medalla de un collar de esclavo romano expuesto en el British Museum . Inscripción: TENE ME NE FUGIA(m) ET REVO CA ME AD DOM(i)NUM EVVIVENTIUM IN AR(e)A CALLISTI «Detenme para que no huya, y regrésame junto a mi señor Eviventio en el templo de Calixto». A la DERECHA detalle del cuadro de Boulanger donde se observa la tablilla (Titulus) colgada al cuello del esclavo durante su venta.
La esclavitud a trabajos forzados
Los ciudadanos romanos y los hombres libres en general no estaban exentos de caer en la esclavitud bajo determinadas circunstancias por la comisión de delitos o por desobediencia civil grave. Después de la pena de muerte, la esclavitud a trabajos forzados en minas y canteras constituía la pena más dura, especialmente la damnati ad metalla (Mommsen. Historia de Roma) que fue introducida en tiempos de Tiberio y posteriormente la damnatio in opus metalli implementada por Adriano, una condena menos grave que la anterior (con cadenas menos pesadas y mayor libertad de movimiento) pero que ampliaba su aplicación a clases sociales exentas o no contempladas en la otra. Estas condenas conllevaban la perdida de la ciudadanía y un tipo de esclavitud sin dueño por la que se les consideraba “esclavos de la pena” servus poenae, cumpliendo su condena bajo la adscripción de un procurator metallorum o de un concesionario privado en un régimen similar al usufructo. Se les solía marcar con hierro candente y trabajaban encadenados bajo vigilancia militar. Su esperanza de vida era lamentablemente corta, ya que se les asignaban los trabajos más penosos.
Naturalmente, existían esclavos trabajando en las minas (normalmente indígenas capturados durante las guerras de ocupación) mucho antes de que existiera esta tipología de condena introducida por Tiberio, pero en estos casos sí que tenían dueño, que era habitualmente el Estado. A estos esclavos se les ha denominado por juristas posteriores servi Caesaris para distinguirlos de los anteriores.
Aunque el trabajo en las minas era de los más duros, las condenas podían especificar otros tipos de trabajos igualmente penosos como el de remero (aquí la referencia a Ben Hur es insoslayable) o la participación en obras públicas.
La condena ad ludum
Esta condena podía ser de varios tipos : Ad bestias (A los leones), ad ludum venatorium (combate con animales) o ad gladiatorium (combate con gladiadores). Constituían otras modalidades de servus poenae y aunque en la práctica suponían la pena de muerte, para su aplicación era necesario que el ciudadano libre adquiriese previamente el estatus de esclavo.
En el primer caso y aunque todos tenemos en mente a los cristianos arrojados a los leones, la pena se solía imponer por delitos graves como el bandidaje, incendio premeditado o rebelión. Aunque la disciplina militar tenía sus propias reglas, no era infrecuente condenar a legionarios a luchar en el anfiteatro contra gladiadores profesionales, tal y como puede verse en la película Gladiator (con un método de condena bastante irregular por cierto). Robert Graves nos describe en su magnífica novela “Yo Claudio”, como un veterano legionario llamado Escarcho, condenado a pelear con un reciario (Tridente y red), un gladiador Tesalio mucho más joven que él, termina venciendo en el combate, con el público del circo a su favor.
Gladiadores después del combate por José Moreno Carbonero. Fuente Wikipedia
En el 325 d. C. el emperador Constantino a través de un edicto acabó con la damnatio ad ludum , sustituyendo esta condena por los trabajos forzados en las minas, algo que al parecer debía resultar más rentable.
Otras formas de acabar como esclavo
Aunque había otras muchas formas de caer en la esclavitud, haré una breve mención de las mismas por motivos de espacio: La mujer libre que se acostaba reiteradamente con el esclavo de otro, si no atendía tres requerimientos del dueño, pasaba a ser esclava del mismo, previa sentencia judicial; No pagar impuestos o incumplir leyes en las que estaba prevista la pena de esclavitud, de la que ya hemos visto algunos ejemplos ; Un liberto podía volver a caer en la esclavitud por ingratitud a su antiguo dueño, si este revocaba la manumisión.
Me gustaría hacer mención a la esclavitud por deudas entre los particulares que suele incluirse frecuentemente en muchos artículos sobre el tema. Si bien desde una sistemática jurídica es razonable su inclusión, lo cierto es que esta regulación pertenece al derecho romano arcaico y fue derogada ya en época temprana en el 326 a.C. Esta forma de caer en la esclavitud es anecdótica en el cómputo total de la historia de Roma, algo que se olvidan de decir algunos autores, dando la falsa impresión que estuvo vigente en períodos como la República o el Imperio.
Por último hablaré de otra forma en la que los ciudadanos libres podían acabar como esclavos, especialmente en la tardoantiguedad, donde el control territorial del ejército disminuye o desaparece. Mangones sin escrúpulos solían raptar ciudadanos libres en pequeñas poblaciones que luego eran vendidos en zonas alejadas del Imperio o fuera del mismo (esta situación aparece reflejada en la novela La máscara alana). Aunque estaba perseguida y penada esta conducta, los beneficios obtenidos y la corrupción existente hacían difícil acabar con esa práctica ilegal.
Un día en el mercado de esclavos (Microrrelato)
Jean-Léon Gérôme. Mercado de esclavos en Roma Hermitage Museum. Fuente:Wikipedia
Marcia estaba enfadada con su marido Rufo, cuestor de la colonia. Hacía tiempo que necesitaba una nueva esclava con experiencia como ornatrix y las circunstancias le habían brindado una ocasión inmejorable. Una familia cristiana había huido recientemente para no tener que realizar el sacrificio obligatorio que el emperador Decio había impuesto a los cristianos. Los fugitivos, temiendo por sus vidas habían abandonado sus propiedades, entre las que se incluían numerosos esclavos de calidad, muchos con habilidades específicas en el ámbito doméstico.
Los beneficios de la venta de los esclavos irían a parar a las arcas del Estado y en este caso la venta se haría por subasta pública. Por alguna razón, Rufo se había negado a ejercer su influencia propiciando una transacción privada de la esclava en cuestión en el ámbito más íntimo de su domus, algo que hubiera sido lo habitual en otras circunstancias y mucho más cómodo para Marcia. En definitiva el cuestor era el responsable de fiscalizar la venta de esclavos y el enfado de Marcia se originaba en el hecho de que su marido no hubiese utilizado su influencia.
– ¡Es un asunto doméstico que te concierne a ti, encárgate tú!- había exclamado Rufo, visiblemente molesto- Yo pagaré el precio de la esclava.
Acompañada de varias esclavas y de Justinus, el esclavo principal de la domus, autentica mano derecha de su marido y su principal agente en todo tipo de transacciones, se encaminaba al mercado de esclavos bajo un sol de justicia al amparo de una sombrilla de tela. Justinus ya había hablado en privado con el vendedor y había amañado la compra para que su domina pudiera hacerse fácilmente con la muchacha. Para el tratante era una situación beneficiosa, ya que el cuestor era precisamente quien fiscalizaba su negocio y quedaría en cierto modo en deuda con él, algo que se cobraría sin duda con el tiempo. Estaba legalmente obligado a poner los defectos del esclavo en una tablilla (titulus) que colgaba del cuello y en esta ocasión había exagerado algunos defectos de forma disuasoria frente a terceros. Si otra persona se interesaba por la chica tenía suficientes recursos del oficio para disuadir a cualquier moscardón.
Marcía asistía a la subasta algo apartada de la primera fila, donde se encontraban la mayoría de los compradores y pudo ver como un concienzudo Justinus comprobaba con celo, palpando el cuerpo semidesnudo de la muchacha, que ésta carecía de defectos o enfermedades que arruinasen la compra. La chica se llamaba Alfidia, tal y como ponía en el titulus que colgaba de su cuello y era vernácula es decir había nacido en la casa de su amo, lo que garantizaba su docilidad y preparación como asistenta doméstica.
Justinus finalmente concluyó los trámites que adjudicaban a su dominus la propiedad de Alfidia abonando una cantidad de dinero en concepto de señal, si bien no tenía capacidad legal suficiente para concluir la operación que debería rematar el propio Rufus. Todo había ido bien y no había habido pujas cruzadas, casi con toda probabilidad porque el avispado venalicius habría negociado previamente los esclavos más importantes con otros compradores de posición elevada, asegurándose de dar satisfacción a todos.
Alfidia estaba desnutrida y se encontraba débil por el tiempo que había pasado en el almacén de esclavos, donde apenas les habían dado de comer para ahorrar gastos, pero ahora se encontraba relativamente feliz siguiendo a su nueva domina de camino a la domus, mientras rezaba a los dioses para que fuesen benevolentes con su destino. De momento, tan solo deseaba comer algo y que llegase la noche para poder descansar. Quien sabe que le depararía el futuro. Los dioses eran caprichosos.
Bibliografia y webgrafía
Géza Alföldy. Nueva historia social de Roma. 2012. Ed. Universidad de Sevilla.
Jerôme Carcopino. La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio.2001. Ediciones temas de hoy.
Mario Martin Merino Algunas consideraciones sobre la esclavitud en roma: los esclavos y sus derechos https://www.researchgate.net/publication/327837822
Michel Bastit. La diversidad en las Instituciones de Gayo. 2000 https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2864313
Cuerpo del Derecho civil Romano https://bibantonioreverte.um.es/Obras/GCorral_Corpus.xml
Enlaces de las imágenes
Imagen de portada : Mercado de esclavos. Gustave Boulanger https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_la_esclavitud#/media/Archivo:Boulanger_Gustave_Clarence_Rudolphe_The_Slave_Market.jpg
Un artículo muy bien hecho, que aclara algunas cuestiones que se malinterpretan y que me ha sorprendido en algunos casos, como la desaparición de la esclavitud por deudas.
Leyendo hace poco un trabajo académico sobre el comercio del aceite Bético, me enteré de que existía una empresa de estos exportadores de aceite andaluz que estaba constituida por libertos, cuyos nombres aparecían en los sigilla de las ánforas contenedoras del líquido, gracias a lo cual se pudo reconstruir este detalle particular de los empresarios. Eso me sorprendió, porque la riqueza de ese comercio era tremenda… y porque sobre Roma sé muy poquito. Enhorabuena por la calidad de la divulgación de tu blog.
Gracias por tu amable comentario
Aunque no haya espacio, está bastante desarrollado. Cuanto se aprende también del latín
Gracias Jesús. Encantado de verte por aqui
Interesante e instructivo.
Enhorabuena por el escrito, generoso y abundante
Gracias Victor por tu amable comentario
Gracias por tus comentarios siempre positivos