En el siglo III d.C., el Imperio Romano enfrentaba una crisis sin precedentes conocida como la «Crisis del siglo III», una era de inestabilidad política, militar y económica. Junto a la guerra civil, las invasiones bárbaras arrasaban la Galia e Hispania, mientras que en oriente los persas asaltaban la frontera. Las legiones romanas habían sufrido una derrota sin precedentes y por primera vez un emperador, Valeriano, cayó en manos del enemigo, el rey persa Sapor I quien ordenó su ejecución después de infligirle numerosas humillaciones
En ese contexto, la tarea de detener la invasión persa recayó en Odenato, rey aliado de la ciudad caravanera de Palmira, quien logró recuperar la provincia de Siria y expulsar a los persas. Como recompensa, el nuevo emperador Galieno le nombró “gobernador de todo el oriente”, un cargo que le concedía autoridad sobre las provincias romanas de Asia, Siria, Judea, Egipto y Arabia. Odenato combatió a los persas con notable éxito, sitiando Ctesifonte y manteniendo la frontera hasta ser asesinado por un complot en el año 267.
Con la muerte de Odenato su esposa Zenobia por la minoría de edad de su hijo Vabalato asumió el poder mandando ejecutar a los asesinos de su marido. La nueva reina era una mujer singular y tal y como la describe la Historia Augusta era “sabia en los consejos, tenaz en los planes, firme con los soldados, generosa cuando era preciso y dura cuando necesario”.
Zenobia supo reinar con ambición y astucia, rompiendo esquemas incluso con su vestuario y comportamiento, pues “acudía a las asambleas públicas portando un casco incrustado de piedras preciosas, montaba a caballo […] y caminaba con sus soldados durante tres o cuatro millas”. Sobre su aspecto físico la Historia Augusta nos dice que “su rostro era moreno, sus ojos negros y poderosos, su belleza increíble”.
Zenobia, reina de Palmira, se convirtió en una de las figuras más emblemáticas de esta época, liderando un breve pero impresionante imperio que abarcaba gran parte del Este romano y que, por un momento, parecía tener la capacidad de rivalizar con el poder romano.
Zenobia, gobernante de Palmira
Palmira, una ciudad situada en un oasis en el desierto sirio, había florecido como un importante centro comercial y cultural bajo el control romano. Esta ciudad era un punto de encuentro entre Oriente y Occidente, donde se fusionaban influencias grecorromanas, persas y árabes. En este contexto, Odenato, esposo de Zenobia, se distinguió como el líder de Palmira y aliado clave de Roma, ayudando a frenar los avances persas.
Cuando Odenato fue asesinado en 267 d.C., Zenobia asumió el poder en nombre de su hijo menor, Vabalato. No obstante, no se limitó a un papel ceremonial. Zenobia demostró ser una líder ambiciosa y capaz, estableciendo un control firme sobre Palmira y buscando expandir su influencia territorial. Bajo su mando, el reino de Palmira se convirtió en una potencia regional en el Oriente romano.
Zenobia se posicionó no solo como una gobernante guerrera, sino también como una protectora de la cultura. Se dice que tenía una profunda admiración por la cultura helenística y que hablaba griego, arameo y egipcio, promoviendo el arte, la arquitectura y la educación en su reino. Palmira, bajo su reinado, fue una mezcla de influencias culturales, donde la tradición romana convivía con las costumbres orientales.
El enfrentamiento con Roma
La guerra contra el Imperio de Palmira está descrita por Zósimo, 1,50,1-1,61,1, y también en la Historia Augusta, Aurelianus, 22-31. A partir del año 270 d.C., Zenobia tomó una serie de decisiones que la colocaron en un curso de colisión con Roma. Tras consolidar su control sobre Palmira y sus territorios inmediatos, lanzó una serie de campañas militares que expandieron su reino hacia Egipto y Anatolia. El control de Egipto fue particularmente simbólico, ya que proveía una enorme riqueza en granos, y su conquista representaba un desafío directo a la hegemonía romana. La ambición de Zenobia por gobernar un imperio propio parecía evidente.
Según el historiador Zósimo, Zenobia llegó a proclamarse reina de Egipto en 270 d.C. Su ejército, liderado por generales competentes como Zabdas, logró varias victorias significativas, permitiéndole controlar regiones vitales del Este romano. Las monedas acuñadas durante este periodo muestran a su hijo Vabalato con el título de «rex» y «augusto», sugiriendo que Zenobia no solo se veía a sí misma como gobernante, sino como una igual de los emperadores romanos.
Sin embargo, esta expansión no pasó desapercibida para Roma. Aureliano, quien había ascendido al trono imperial en 270 d.C., estaba decidido a restaurar la integridad del Imperio. Tras pacificar las fronteras occidentales, Aureliano dirigió su atención a Oriente. La campaña de Aureliano contra Zenobia, que culminó en el asedio de Palmira en 272 d.C., fue una de las más complejas y difíciles de su reinado.
Herbert Gustav Schmalz: la última mirada de Zenobia a Palmira (1888)
El ejército romano, tras una serie de batallas en Asia Menor, marchó hacia Palmira, donde Zenobia intentó resistir. A pesar de la férrea defensa de la ciudad, Aureliano, según la «Historia Augusta», ofreció a Zenobia términos de rendición. Zenobia, sin embargo, decidió escapar hacia Persia en busca de apoyo, pero fue capturada antes de cruzar el Éufrates. Con su captura, el breve imperio de Palmira llegó a su fin.
Legado y percepción histórica
El destino de Zenobia después de su captura sigue siendo un tema de debate entre los historiadores. Según algunas fuentes, Zenobia fue llevada a Roma para ser exhibida en el triunfo de Aureliano, encadenada en oro. Tras el desfile, algunos sugieren que vivió el resto de sus días en relativa comodidad en una villa cercana a Roma. Sin embargo, otras versiones sostienen que fue ejecutada.
Independientemente de su destino final, el legado de Zenobia ha perdurado a lo largo de los siglos. En las crónicas romanas, fue retratada como una reina ambiciosa y peligrosa, pero también como una figura digna de admiración por su valentía y habilidades políticas. Aureliano mismo, después de su victoria, elogió a Zenobia por su resistencia y coraje, describiéndola como una mujer «sin igual».
La figura de Zenobia también ha sido reivindicada en la historiografía moderna, donde ha sido vista como un símbolo de resistencia contra el imperialismo y como una líder que desafió las normas de su tiempo. En Oriente Medio, Zenobia es recordada como una heroína nacional, y su imagen ha sido utilizada como símbolo de identidad cultural, especialmente en Siria. No solo desafió a uno de los imperios más poderosos de la historia, sino que también dejó una marca indeleble en la historia de Oriente. Su liderazgo, su capacidad para combinar la diplomacia con la fuerza militar, y su desafío a Roma la han convertido en una de las figuras más fascinantes del mundo antiguo.
Bibliografia y webgrafía
Zósimo. Nueva historia. Volumen 174 de Biblioteca Clásica Gredos
Historia augusta .Ediciones Cátedra
Wikipedia : Zenobia, imperio de Palmira
Enlaces de las imágenes
Imagen de portada: Zenobia, queen of Palmyra, by Sir Edward Poynter (1878)